sábado, 22 de agosto de 2020

La covid se transmite a través de aerosoles: ya es el momento de actuar, tenemos suficientes pruebas

 Articulo publicado en El País 18-agosto-2020 que recojo aquí. 

Autor: José Luis Jiménez es profesor de química en la Universidad de Colorado Boulder e investigador de Ciencias Ambientales

Hasta que no cambien los mensajes, incluida una descripción clara de la importancia de la vía de los aerosoles, nuestra capacidad para controlar la pandemia se verá limitada

Tras muchos meses de pandemia de covid y de controlar una primera ola durísima con medidas muy restrictivas, el coronavirus vuelve a surgir con fuerza en España. Ya hemos aprendido que la pandemia es un tsunami a cámara lenta, y nos da miedo lo que pueda pasar este otoño e invierno. Las autoridades de salud pública, como la Organización Mundial de la Salud (OMS) y los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU., nos dicen que nos mantengamos separados de uno a dos metros, que nos lavemos las manos, que desinfectemos las superficies que tocamos con frecuencia y que usemos mascarillas. Pero el cumplimiento de estas medidas es desigual, especialmente en lo que respecta a las mascarillas, y a diario escuchamos casos en los que la gente no sabe cómo se contagió. Brotes de superpropagación, donde una persona infecta a muchas otras, ocurren en bares llenos de gente y en reuniones sociales, pero no en las playas o en los parques. No es de extrañar que la gente esté confundida.
Para entender cómo protegerse es fundamental tener una descripción física clara de las vías de contagio. Al contrario de lo que postula la OMS, yo, al igual que muchos otros científicos, creo que una fracción sustancial del contagio de COVID-19 se produce a través de aerosoles. Las pruebas a favor de los aerosoles son más sólidas que las pruebas a favor de otras vías. Es hora de ser más contundentes y decirle a la población qué medidas deben tomar para protegerse. Cuanto antes lo hagamos, antes podremos controlar la pandemia.
Hay tres formas posibles de contagio, dos de las cuales son consideradas más importantes por la OMS y los CDC. La primera es a través de “fómites,” cuando tocamos superficies o personas contaminadas con el virus, y luego nos tocamos los ojos, fosas nasales o boca. Al comienzo de la pandemia, la preocupación por la transmisión de fómites llevó a algunas personas a lavar los alimentos y los paquetes con lejía. Los CDC reconocen ahora que los fómites son menos importantes que otras vías. Por ejemplo, un programa intensivo de lavado de manos en el Reino Unido redujo el contagio un 16%. Es importante saber que otros virus que, como el SARS-CoV-2 (el que causa la covid) tienen una cubierta de lípidos, no sobreviven mucho tiempo en las manos humanas. Eso significa que sería necesario tocarse los ojos, las fosas nasales o la boca poco tiempo después de tocar una superficie contaminada para infectarse con el nuevo coronavirus.
La segunda posibilidad de contagio del COVID-19 es a través de gotículas, pequeñas partículas de saliva o líquido respiratorio que expulsan las personas infectadas cuando tosen, estornudan o simplemente hablan. Las gotículas son impulsadas por el aire, pero por su peso caen al suelo dentro de 1 a 2 metros. La OMS y los CDC sostienen que el virus se transmite principalmente a través de gotículas, porque muchos contagios ocurren en situaciones de proximidad cercana, por ejemplo hablando sin respetar la distancia social. Han llegado a esa conclusión a pesar de que no existen pruebas directas de transmisión mediante esta vía. No solo para covid, sino que la transmisión por gotículas nunca se ha demostrado directamente para ninguna enfermedad en la historia de la medicina. Investigación publicada, que ha sido confirmada, muestra que las gotículas sólo son importantes al toser y estornudar, y que los aerosoles dominan el contagio mientras se habla en estrecha proximidad. Muchas enfermedades infecciosas, como la covid, contagian con mayor facilidad cuando la persona infectada y la susceptible están cerca una de otra. Dado que las gotículas, que caen al suelo entre 1 y 2 metros, son visibles, podemos ver y comprender fácilmente esta ruta de contagio. De hecho, durante décadas se pensó que la tuberculosis se transmitía por gotículas y fómites, basándose en la observación de infección en proximidad cercana. Pero posteriormente se demostró que la tuberculosis solo se puede transmitir a través de aerosoles. Creo que la OMS ha cometido un error similar con la covid.
Debemos prestar mucha más atención a la tercera vía potencial, la transmisión “a través de aerosoles”. Esta vía es similar a la transmisión por gotículas, excepto en que las partículas de saliva o fluido respiratorio son tan pequeñas que pueden permanecer en el aire durante minutos u horas. Algunas personas también se refieren a esta vía como contagio “por el aire”, pero creo que es mejor evitar esa expresión ya que para el personal sanitario evoca enfermedades extremadamente transmisibles, y la covid no lo es. Para entender la escala de los aerosoles, hay que tener en cuenta que un cabello humano tiene un diámetro de aproximadamente 80 micras, y los aerosoles de menos de aproximadamente 50 micras pueden flotar en el aire el tiempo suficiente para ser inhalados. El virus mide solo 0,1 micras, por lo que hay espacio para muchos virus en un aerosol.
Los fómites y las gotículas han predominado en las explicaciones de los medios de comunicación sobre la transmisión de COVID-19. Si bien la OMS y los CDC afirman que los aerosoles podrían provocar la transmisión en algunas situaciones muy específicas, ambas organizaciones sostienen que esta vía es menos relevante. Creo que se trata de un error importante. Por ese motivo pedí a la OMS, junto con 239 científicos, que reevaluara su postura. La respuesta de la OMS fue actualizar tímidamente su posición, pero sigue siendo muy escéptica sobre la importancia de esta vía.
Las pruebas disponibles respaldan fuertemente la transmisión por aerosoles, y no hay argumentos sólidos en su contra. Sabemos que los aerosoles contienen virus infecciosos. Para comprender el contagio por aerosoles, resulta útil usar del humo del cigarrillo como analogía. El humo es un aerosol. El rastreo de contactos ha encontrado que buena parte de la transmisión de covid ocurre en estrecha proximidad, pero también que muchas personas que comparten la misma vivienda con una persona infectada no contraen la enfermedad. Imagínese compartir una casa con un fumador: si estuviera cerca del fumador mientras habla, inhalaría una gran cantidad de humo. Reemplace el humo por aerosoles que contengan virus, que se comportan de manera muy similar, y el impacto sería el mismo: cuanto más cerca esté de alguien que exhale aerosoles portadores de virus, más probabilidades tendrá de respirar una cantidad de virus suficiente para que se produzca el contagio. Sabemos por estudios rigurosos y detallados que cuando las personas hablan cerca unas de otras, los aerosoles dominan la transmisión y las gotículas son casi insignificantes.
Si está al otro lado de la habitación, inhalará mucho menos humo. Pero en una habitación mal ventilada, el humo se acumulará y las personas que estén en la habitación pueden terminar inhalando mucho humo con el tiempo. Sabemos que al hablar emitimos 10 veces más aerosoles que cuando respiramos y que al cantar y gritar esa emisión aumenta 50 veces. De hecho, los brotes a menudo ocurren en espacios interiores con mucha gente y poca ventilación, como al cantar en fiestas de karaoke, conversar en bares y hacer ejercicio en gimnasios. Los brotes de superpropagación, en los que una persona infecta a muchas otras, ocurren casi exclusivamente en lugares cerrados. Estos brotes, que se cree son los que sostienen la pandemia, se explican fácilmente si tenemos en cuenta los aerosoles y son muy difíciles o imposibles de explicar considerando solo las gotículas o los fómites como las principales vías de contagio, como sostiene la OMS.
Además, las gotículas se mueven balísticamente, como en el famoso videojuego Angry Birds, mientras que los aerosoles, como el humo, se dispersan mucho más rápidamente. El rastreo de contactos también muestra que el exterior es 20 veces más seguro que el interior, lo que solo puede ser explicado si predomina la transmisión por aerosoles. Si las gotículas balísticas dominaran la transmisión, veríamos muchos más contagios entre personas hablando al aire libre. Además, la transmisión de este virus por aerosoles ha sido demostrada entre hurones y entre hámsters. Coronavirus similares como los que causaron el SARS y el MERS también se transmitieron a través de aerosoles, aunque esos hallazgos se enfrentaron a tanta resistencia como a la que nos enfrentamos ahora.
¿Qué significa esta nueva comprensión de la importancia de los aerosoles en la transmisión de la COVID-19, y cómo podemos protegernos mejor con ese conocimiento?
La analogía visual del humo puede ayudar a guiar nuestra evaluación de riesgos y nuestras estrategias para reducirlos. Solo tenemos que imaginar que todas las demás personas con las que nos encontramos están fumando, y que el objetivo es respirar la menor cantidad de humo posible. Pero la covid no es muy contagiosa en la mayoría de las situaciones, a diferencia de, por ejemplo, el sarampión: los CDC dicen que estar cerca de una persona infectada con covid durante 15 minutos puede causar el contagio. Esto nos da una estimación de la cantidad de “humo exhalado” que hay que inhalar para infectarse. Inhalar un poquito de “humo” aquí y allá no suele ser un problema, pero inhalar mucho “humo” durante un período prolongado de tiempo y sin mascarilla es arriesgado. (Por aclarar posibles confusiones, no se sabe que el humo de cigarrillos influya en la probabilidad de contagio, pero sirve como herramienta de visualización, ya que los aerosoles respiratorios son demasiado escasos para poder verlos).
Dada esta nueva comprensión del contagio, en primer lugar debemos continuar haciendo lo que ya se ha recomendado: lavarnos las manos, mantener una distancia de dos metros, etc. Pero eso no es suficiente. Muchas personas todavía creen que si se mantienen a 1 a 2 metros de distancia de los demás (fuera del alcance de las gotículas balísticas, según las indicaciones de la OMS y los CDC) y son rigurosos con el lavado de manos, la probabilidad de contagio en interiores es casi cero. Esta confusión no es casual: la OMS sigue recomendando mascarillas en interiores solo si no se puede mantener una distancia de un metro. Hasta que no cambien los mensajes, incluida una descripción clara de la importancia de la vía de los aerosoles, nuestra capacidad para controlar la pandemia se verá limitada.
Debe surgir un conjunto de recomendaciones nuevo, coherente y lógico para reducir la transmisión de aerosoles. Pensar en el humo nos permite aplicarlo a otras situaciones, ya sea un aula, una tienda o un parque, para entender cómo protegernos. En términos de comportamientos específicos, evite en lo posible sitios con mucha gente, donde algunos no llevan mascarillas, en interiores, con ventilación baja, proximidad cercana, duración prolongada, o donde se habla, canta o grita. Estos son los factores de riesgo más importantes en los modelos matemáticos que estiman la probabilidad de contagio por aerosoles, pero también pueden entenderse simplemente como factores que afectan a la cantidad de “humo” que inhalaríamos.
Esto es lo que sugiero en términos de comportamientos específicos: en primer lugar, deberíamos hacer tantas actividades como sea posible al aire libre, como hicieron las escuelas de Nueva York para evitar la propagación de la tuberculosis hace un siglo, a pesar de los duros inviernos. El contagio de covid es posible al aire libre en las proximidades de una persona infectada, pero es mucho menos probable que en interiores. Dicho esto, salir al aire libre no es una protección mágica contra el contagio: un día ventoso en un área abierta mientras mantenemos la distancia es muy seguro, pero una conversación cercana sin mascarilla en una calle estrecha entre edificios altos con poco movimiento de aire es arriesgada. Dado que se sabe a ciencia cierta que estar al aire libre reduce el riesgo, es asombroso que no se estén reservando y organizando los parques para dar allí todas las clases posibles.
En segundo lugar, las mascarillas son esenciales, incluso cuando se puede mantener la distancia social. Hay muchas pruebas de que el uso universal de mascarillas podría reducir en gran medida el contagio. No está claro que todo el mundo necesite una mascarilla “EPI” o FFP2. Yo, por ejemplo, uso mascarillas quirúrgicas o simplemente de tela de buena calidad. Lo que sí está claro es que debemos prestar atención a que las mascarillas se ajusten bien, ya que no son solo un parapeto contra las gotículas balísticas, sino además deben de evitar que el “humo” entre (o salga) a través de los huecos. No debemos quitarnos las mascarillas para hablar, ni permitir que alguien nos hable sin mascarilla, porque exhalamos diez veces más aerosoles cuando hablamos que cuando respiramos. Hay que bajar la música en los bares para que la gente no tenga que gritar, porque eso aumenta mucho más los aerosoles exhalados. Tenemos que tener cuidado de no estar detrás de alguien con una mascarilla poco ajustada, ya que la curvatura de la mascarilla hace que los aerosoles fluyan hacia atrás de la persona que la usa.
Es importante pensar en la ventilación y en el filtrado del aire. Rara vez pensamos en la ventilación en lugares públicos. Pero en los tiempos que corren, tenemos que aprender a utilizar mejor estos sistemas para reducir el riesgo. Estas acciones pueden resultar más costosas y es muy importante analizarlas y priorizarlas de manera objetiva. Necesitamos aumentar la cantidad de aire interior que se reemplaza por aire exterior, abriendo ventanas o ajustando los sistemas mecánicos. Necesitamos mejores filtros instalados en muchos sistemas de ventilación que recirculan parte del aire. Podemos utilizar medidores de CO2 asequibles para identificar los espacios públicos más peligrosos, infraventilados y ocupados por muchas personas, y dar prioridad a la ventilación de estos espacios.
Los filtros HEPA portátiles funcionan bien para reducir los aerosoles con virus, pero desafortunadamente son costosos. Por menos de 40 euros se pueden fabricar fácilmente sistemas de filtración de aire provisionales. Numerosos test han demostrado que funcionan, también en artículos científicos, y se han utilizado durante años en China para reducir el impacto de la contaminación en los hogares. Pueden ser ruidosos y no son una solución a largo plazo, pero pueden ayudarnos a protegernos durante los próximos meses. Los sistemas de ultravioleta germicidas pueden ayudar en algunas situaciones, pero solo si la ventilación y el filtrado no son suficientes. Otras técnicas de “limpieza del aire” han sido menos estudiadas y, en mi opinión, deberían evitarse, muy especialmente la pulverización de desinfectantes.
También debemos recordar que la limpieza del aire, como cualquier otra medida, reduce la probabilidad de contagio pero no la elimina: resultados obtenidos a partir de simulaciones del caso del coro de Estados Unidos sugieren que con una gran cantidad adicional de ventilación o filtrado del aire, los contagios habrían sido la mitad de los que ocurrieron realmente. Es la suma de medidas lo que reduce significativamente el riesgo de contagio. Un enfoque con muchas “capas de protección,” con uso de exteriores, mascarillas, con densidad y duración reducidas, además de ventilación y filtración, sigue siendo fundamental para reducir el riesgo.
Las escuelas deberían invertir tanto o más en ventilar y filtrar el aire que en limpiar las superficies. Y queda claro que las playas son seguras con una distancia adecuada (y posiblemente con mascarillas dependiendo de la distancia), mientras que los interiores de restaurantes deben abordarse con mucha más precaución.
La resistencia feroz para reconocer la probabilidad de que los aerosoles sean un medio importante de transmisión de COVID-19 se remonta al legado del doctor Charles Chapin, un investigador estadounidense de salud pública. Tratando de desmentir de una vez por todas la teoría de las miasmas, nubes fantasmales que contagiaban, argumentó en su libro Las causas y modos de infección, publicado en 1910, que la transmisión por aerosoles era casi imposible. “Será un gran alivio para la mayoría de las personas liberarse del espectro del aire infectado, un espectro que ha perseguido a la raza humana desde la época de Hipócrates”, escribió Chapin. El gran impacto de su libro fue en cierto modo fortuito: llegó en un momento en que se habían acumulado suficientes pruebas sobre la transmisión de diferentes enfermedades infecciosas desde el descubrimiento de los gérmenes por Pasteur en la década de 1860, pero antes de que tuviéramos la tecnología para medir aerosoles. Las conclusiones de Chapin se convirtieron en el paradigma de la transmisión de enfermedades infecciosas, que ha dominado hasta ahora las ideas (y las recomendaciones) de las autoridades sanitarias, incluyendo el personal y los comités de la OMS.
Dada esta profunda incredulidad sobre la transmisión por aerosoles, solo se ha aceptado que enfermedades como el sarampión y la varicela se transmiten así; eran tan contagiosas que la comunidad médica no podía ignorar las pruebas. Algunas enfermedades respiratorias menos contagiosas se describieron como debidas al contagio por gotículas y fómites, incluso cuando tenían claramente un componente de aerosoles. Esa postura ha creado a lo largo de los años la percepción (infundada) del personal sanitario de que cualquier enfermedad que se transmita a través de aerosoles debe ser extremadamente contagiosa. Pero 110 años después, los matices y la importancia de la transmisión de enfermedades respiratorias por aerosoles finalmente se está divulgando. Se han involucrado muchos científicos de muchos campos en este tema, que se ha convertido en un asunto de gran interés social. Los avances en esta área tendrán importantes implicaciones para la epidemia de covid y otras pandemias futuras, y también para el control de futuras infecciones respiratorias recurrentes como la gripe. Pero ahora, la OMS, los CDC y el resto de los organismos nacionales e internacionales deben comenzar a comunicar estrategias de reducción de riesgos como las que he esbozado. De lo contrario, obstaculizan nuestra capacidad para contrarrestar las consecuencias negativas para la salud y el aumento de mortalidad por covid.
José Luis Jiménez es profesor de química en la Universidad de Colorado Boulder e investigador de Ciencias Ambientales


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jueves, 8 de septiembre de 2016

Sobre Gustavo Bueno con motivo de Aranguren.

¿Quién fue Aranguren?

Gustavo Bueno. El Mundo, 21 de abril de 1996.
Aranguren ha muerto. Me sumo al duelo de su familia y de sus amigos. Descanse en paz. Por mi parte nada más tendría que añadir. Pero no he podido encontrar razones para eludir la invitación de EL MUNDO a escribir sobre el particular. Considero un «deber cívico» dar mi opinión cuando me la piden, en circunstancias como la presente.
Conocí a Aranguren hace ya cincuenta años, con ocasión de la publicación de su primer libro, La filosofía de Eugenio d'Ors, en 1945, texto premiado el año anterior por la Junta Restauradora del Misterio de Elche (circunstancia que determinaba un gran distanciamiento entre el grupo de recién licenciados en filosofía que, al modo marrano, manteníamos en privado posiciones racionalistas y hasta «volterianas»).
Trabajaba yo entonces en mi tesis doctoral, como becario del Instituto Luis Vives de Filosofía del CSIC, de cuya Revista de Filosofía era director don Manuel Mindán Manero. Recuerdo que la secretaria María Jesús me pasó el recado de Mindán a la sala de becarios: me llamaba para presentarme a «alguien que había escrito un libro». Mindán, en su despacho, me presentó a un hombre de unos cuarenta años, vestido de oscuro, encogido, que casi no hablaba nada (se acercaba allí claramente como un hombre ajeno a las instituciones oficiales en solicitud de algo). Mindán me invitó en su presencia a escribir la reseña del libro recién publicado. Recuerdo que a la vuelta a la sala de becarios, al ojear el libro conjuntamente, se produjo un cierto regocijo por las cosas que decía sobre las teorías de d'Ors sobre su «ángel» y sus comparaciones con el «super-ego» de Freud. Años después, en pleno «reinado» del PSOE, el Luis Vives fue suprimido y renació bajo el nombre de Instituto de Filosofía, como plataforma, precisamente, de los socialdemócratas cristianos, algunos vergonzantes, ex monjas y ex jesuitas, que vienen pretendiendo ofrecer como símbolo de la democracia ética a la figura de Aranguren.
Hacia 1955 presencié los ejercicios de su oposición a la cátedra de Etica de Madrid: Aranguren representaba allí el símbolo del cristianismoaggiornato, la «acción católica» de las vanguardias dialogantes con Lutero que alzaban la bandera de Zubiri; oposiciones que se desarrollaron ante un público muy parecido al que describe Martín-Santos en Tiempo de silencio al hablar de los asistentes y asistentas a las conferencias de Ortega. Su rival, el dominico Todolí, representaba el cristianismo escolástico medieval. Desde mi punto de vista de entonces tan medieval era Aranguren como Todolí, sólo que Todolí sabía más.
En el transcurso de los años, y cuando Aranguren comenzó a ser conocido como un personaje público, yo no deje de reconocer sus virtudes cívicas (de hecho organicé en Oviedo, en 1965, la recaudación de fondos entre los compañeros para ayudar a los catedráticos destituidos, entre ellos Aranguren; colaboré en el «Homenaje» de 1970 y recibí cartas suyas de agradecimiento). Sin embargo el reconocimiento de sus virtudes públicas no fue bastante para hacerme rectificar mi juicio sobre la mediocridad de sus dotes intelectuales.
En los años ochenta participé en un jurado de los Premios Príncipe de Asturias. Propuse a Juan David García Bacca: muchos de los miembros del jurado, que no habían oído jamás tal nombre, me miraron asombrados confundiendo su ignorancia con una supuesta extravagancia mía. Aranguren era su candidato. Ante quienes no conocían a García Bacca y conocían de Aranguren sólo algunos artículos de El País, pude desmontar una tabla de valores que resistía la comparación con María Zambrano pero que era ofensiva ante la figura de García Bacca: terminamos dando el premio a Claudio Sánchez Albornoz. Más tarde, el año pasado, los Premios Príncipe de Asturias «saldaron» la deuda que tenían pendiente con Aranguren.
Es evidente que cada grupo social «elige» a sus sabios y a sus héroes. Pero al elegirlos se define a sí mismo, tanto o más que a la persona escogida como paradigma de sabio, de filósofo o de héroe. Quien dice «Aranguren nos enseñó a pensar» no está definiendo a Aranguren, sino a su propio y mediocre nivel de pensamiento. La presencia continua de Aranguren como modelo de «pensador», sobre todo en la televisión única, en los primeros años de la democracia, diciendo cosas sencillas que todo el mundo entendía, un sombreado trivial y neutro que ni siquiera hería por su ingenio a los que le contemplaban, alentaba a todos a sentirse también pensadores y filósofos. Y por tanto a rebajar la significación de la filosofía al nivel en que ahora se encuentra.
Los discípulos que proponen a Aranguren como paradigma, en su mayor parte exjesuitas, exmonjas y teólogos postconciliares, se corresponde en gran medida con el gremio de los profesores universitarios de ética, que se sirvieron de Aranguren para constituirse en «comunidad de filósofos morales» (cualquier lector alejado de estas cuestiones académicas puede apreciar la cursilería y ridiculez de semejante autodenominación).
Pero Aranguren no fue un sabio, ni menos aún un filósofo. Fue un profesor de filosofía que escribió para la universidad un manual de Etica (un manual escolástico, mucho más parecido al que hubiera escrito el padre Todolí de lo que sus discípulos creen), y para fuera de la universidad libros y artículos sobre el cristianismo (de interés para gentes postconciliares) y artículos de opinión sin doctrina firme como los que escriben tantas y tantas personas en los periódicos sin necesidad de recibir el título de sabio o de filósofo.
Aranguren ha fallecido en fechas que coinciden simbólicamente con el final socialdemócrata de la monarquía consensuada, la etapa que escogió a Aranguren como emblema de la sabiduría, de la ética y del heroísmo, definiendo así su propio nivel de sabiduría, de ética y de heroísmo. Estas líneas quieren ser una voz de alerta. Una voz que, sin perjuicio del reproche asegurado que ellas merecerán por parte del coro consensuado que ha procurado monopolizar los elogios fúnebres, sirva también para llamar la atención de otras muchas personas que forman parte de la gran mayoría de españoles que, al margen del coro, y acaso habiendo oído ahora el nombre de Aranguren por primera vez, se disponen a experimentar los efectos de los nuevos consensos autonómicos y europeos.

martes, 17 de mayo de 2016

LA PRIMERA MAESTRA ES LA NATURALEZA (F. Jalics)

El gran maestro de la contemplación es la naturaleza. Con ella comenzamos nuestro camino. Salgamos a la naturaleza y paseemos como de costumbre. Luego caminemos cada vez más lentamente y detengámonos. Observemos, por ejemplo, un árbol. Dejemos que el árbol actúe sobre nosotros. Es posible que de pronto nos preguntemos acerca de la edad del árbol. Es una pregunta que surge de la mente, de la razón. Con ella nos ubicamos en el plano mental; ya no estamos en la percepción pura. Si nos damos cuenta, volvamos a la percepción. Dejemos que el árbol siga actuando sobre nosotros. Puede ser que imperceptiblemente entremos a cuestionarnos la muerte de los bosques y el estado de este árbol. Otra vez estamos en el plano mental. Volvamos a la percepción.
Luego escuchamos un pájaro. No para saber dónde está o cómo se llama, sino para dejar actuar sobre nosotros su gorjeo.

Observamos un poco de tierra que hemos tomado en nuestras manos. Nos detenemos en la percepción. Cuando nos distraemos, volvemos a la percepción de la tierra. No debemos dejarnos seducir por la razón, porque es fácil que aparezca la pregunta desde cuándo no estamos atendiendo, por qué no estamos atendiendo y qué pensamiento nos está distrayendo. Todo esto no debe interesarnos. Es importante que nuestra atención siga fija en la percepción.

El hecho de que nos distraigamos no es grave. En cuanto nos damos cuenta volvemos atrás sin reflexionar sobre cuánto tiempo y por qué estuvimos distraídos.

Con la percepción aparece también una experiencia totalmente nueva: no necesitamos lograr nada. La presión por lograr eficacia, el tener que hacer algo trae consigo miedo y angustia. En la contemplación no necesitamos lograr nada. Estamos liberados de la presión de ser eficaces.
Nos mantenemos en contacto con la naturaleza. Podemos mirar el cielo azul, escuchar el murmullo de un arroyo, observar a las hormigas, admirar la belleza de una flor, sentir el viento en nuestra cara y dejar actuar sobre nosotros el movimiento de las nubes. Si escuchamos a lo lejos el ruido de un automóvil, también podemos percibirlo. Lo importante es no querer juzgar o cambiar nada, sino asimilar todo de la manera en que se nos manifiesta.

Podría ser que nos aburriéramos. El tedio es un sentimiento que podemos observar. ¿Cómo siento este aburrimiento? Esta pregunta puede llevar nuestra atención hacia el interior y a la percepción de nuestro tedio. Así estaremos nuevamente en la percepción. Después de un rato volvemos a la percepción de la naturaleza.

La actitud contemplativa nos conduce a una increíble calma. Todo lo que está presente puede estar presente. No necesitamos cambiar nada. Lo dejamos todo como está. Tampoco buscamos conocimientos ni observamos: contemplamos. ¿Dónde está la diferencia entre observar y contemplar? La contemplación es un acto desinteresado, la observación busca algo para sí mismo. Conocemos muy bien la diferencia. Nunca pediríamos a Dios que nos observara. Pero nos sentimos felices cuando nos contempla bondadosamente. En la vida eterna no vamos a observar a Dios, sino a vivir en su contemplación.


EJERCICIOS DE CONTEMPLACIÓN.     Franz Jalics.

EDICIONES SÍGUEME pg. 31

miércoles, 18 de noviembre de 2015

Arcadi Espada sobre el tratamiento de "la violencia de género".

El sábado pasado se celebró en Madrid una absurda manifestación contra la violencia que llaman de género. Sería de esperar que pronto se celebraran otras contra el cáncer de próstata o el suicidio. Los crímenes de pareja forman parte de una obstinada violencia privada cuyas raíces son casi insondables. Como en todas las formas de violencia, el sexo masculino destaca en su papel de agresor, y como en todas las formas de violencia, la civilización va introduciendo lentas pero sustanciales rebajas. España es un país azotado por esa forma de crimen a niveles de tipo medio, lejanos de las altas cifras que alcanzan, por ejemplo, la mayoría de las sociedades nórdicas, caracterizadas desde hace tiempo por niveles mucho mayores de igualdad sexual.

Las manifestantes de Madrid pretenden hacer de esa violencia una causa política. Para que su objetivo tuviera algún sentido deberían demostrar, sin embargo, que esos crímenes son desatendidos por la instituciones. Por la política, por las leyes, por los jueces, por la policía e incluso por los medios. No parece que, salvo errores aislados, sea el caso de España. Y si no tuviera un lado repugnante, me gustaría comparar la atención institucional y social que reciben los crímenes de pareja respecto de los accidentes laborales o el suicidio.

La ausencia de una desatención institucional obliga a las manifestantes a elevar la abstracción de su protesta. Es lo que insinuó con palabra indigente y provocadora la alcaldesa Colau en la propia manifestación: "Si esto le pasara a los hombres...". Si esto le pasara a los hombres (que por cierto: les pasa, aunque sea en un grado menor) sucedería exactamente lo mismo. O quizá sucedería algo aún peor. Lo que sucede, por ejemplo, con el suicidio: donde los hombres mueren mucho más que las mujeres sin que hasta ahora consten, al menos en España, programas de atención sexualmente específica.

El crimen de pareja no es un crimen político que implique organizaciones y colectivos, ni es un crimen de sexos. Es un crimen de individuos, cuyo tratamiento y persecución ha de corresponder a sus características. La desvergonzada instrumentalización de estos crímenes que hacen las mujeres de izquierdas solo tiene como objetivo identificarlos con las prácticas o al menos con la ideología de los hombres de derechas. Es decir, y dicho con toda la brutalidad que merecen: su única intención real es la de hacer negocio con el crimen.

miércoles, 11 de junio de 2014

Contradicciones de la gente.

Texto de Arcadi Espada publicado en El Mundo el día 7 de Junio de 2014

Querido J:
Cuando el magistrado Enrique López llegó a la comisaría a primera hora de la mañana del domingo 1 de junio, después de que una patrulla le hubiera dado el alto por saltarse un semáforo y conducir sin casco y un control registrara que llevaba en la sangre cuatro veces más alcohol del permitido, tuvo repentina y velocísima conciencia, al modo de los muertos inminentes, de lo que había ocurrido con su vida. Y es así que con el desvalimiento propio de su circunstancia se acercó hasta la agente que instruía los preliminares del caso y le hizo ver, quizá una vez más, quién era, y hasta qué punto el conocimiento público de los hechos que acababa de protagonizar en el Paseo de la Castellana destruiría su carrera. Yo no estaba allí y mucho menos dentro de la agente de la autoridad, pero cuando ella le dijo: naturalmente, nadie tiene por qué enterarse de esto, un juicio rápido y se acabó, veo a la enfermera junto al enfermo terminal mientras desconecta y le dice todo va la mar de bien, señor. Sabido y leído al cabo de los días, cualquiera pensaría ahora que ninguno de los dos estaba cumpliendo entonces con su deber. ¡Cómo la policía iba a hacer otra cosa que dar cuenta pública de la detención de un juez por conducir borracho! ¡Cómo el propio juez podría reclamar que su fechoría quedara oculta! Los robespierres acentúan su implacable lógica con la ayuda del tiempo. En aquel instante, sin embargo, y como siempre que la vida va en directo, dominaban entre juez y policía el miedo y la piedad. Lo cierto, en cualquier caso, es que a las pocas horas todo Madrid, rompeolas de España, estaba en los detalles del caso del magistrado López, que se añadiría al día siguiente al deslumbrante y teatrero drama nacional de cada mañana laborable. La justicia borracha de España. Unas cuantas horas más y el magistrado hacía pública su decisión de dimitir del Tribunal Constitucional. Había llegado hace un año a la cumbre y le quedaban ocho.
Así fue cómo el magistrado López perdió el trabajo y la dignidad por beber demasiado durante una fiesta prolongada y conducir su moto muy de mañana por una gran avenida solitaria. Su dimisión se basó en la Ley Orgánica del TC, que incapacita para seguir en el cargo al condenado por cualquier delito, pero también por el artículo 22, que exige dignidad en el ejercicio del cargo. Muchas de las personas que mueren y/o causan muertes en accidentes de tráfico habían bebido demasiado alcohol o conducían bajo el efecto de las drogas. No todo el mundo está de acuerdo en que el Código Penal deba intervenir en el castigo de estas conductas, y que no baste con sanciones administrativas, aunque sean durísimas; pero no hay duda de que esas muertes son un argumento sólido a favor de la criminalización. Naturalmente también se le hubieran podido buscar muchas vueltas a la palabra dignidad y a lo que sea el ejercer el cargo a primera hora de un domingo, montado en moto por la Castellana de Madrid —y renunciando, por cierto, al coche oficial al que tiene derecho a cualquier hora, cualquier día. Pero ni él quiso someterse al desgaste ni sus compañeros le permitieron que sometiese a desgaste al Tribunal.
La cuestión interesante, sin embargo, en torno a este caso es cuánta gente perdería su trabajo (el magistrado López ha perdido su puesto en el TC, pero también tiene en un cierto riesgo su plaza en la Audiencia Nacional) por los hechos conocidos de la Castellana, que dada la afortunada ausencia de personas y vehículos no provocaron daño alguno a nada ni a nadie. Ni un banquero, ni un futbolista, ni un cantante, ni un piloto de aviación, ni un maestro perderían su trabajo. Y en algunas ocasiones casi sería un timbre de gloria: pienso en el periodismo, claro está. Solo se me ocurre otra profesión donde el castigo estaría a la altura, y es la de político. No me parece mal la dureza. Los políticos hacen las leyes y los jueces las aplican. Hay una cierta diferencia moral entre ellos y el resto de los ciudadanos. Un ciudadano puede arriesgarse al desacatamiento en razón de su moral privada: más díficil es en el caso de los jueces e imposible en el de los políticos. De esta circunstancia se deriva, supongo, el asunto de la ejemplaridad: políticos y jueces deben dar ejemplo, como por cierto debe darlo el Rey, que no otro es el retorcido, pero real sentido de su inmunidad. Este dar ejemplo, sin embargo, es doblemente difuso. El contenido de la dignidad, más allá de la ley, es dinámico y sujeto también al temible gusto del público. Para entenderlo pueden examinarse distintas posibilidades de la dignidad de un juez del Constitucional. Un juez comprando sexo. Un juez dándole una bofetada a su hijo en la puerta del colegio. Un juez haciendo rudos chistes de catalanes. Un juez fumando marihuana en un coffee shop de Leganés. Mi compañera María Peral me cuenta que el juez Marlaska y la juez Bach están redactando un código ético del oficio de juez, similar al que opera en otros países del mundo. Me agradará ver los supuestos. La dignidad del juez, como la del político, se encarna en un rasgo característico: la desaparición de la vida privada. O mejor su redefinición: la vida privada ya solo es aquello de lo que no se conoce testimonio. No hay más frontera.
Así pues, Enrique López (como sus asimilados) no es un hombre como los demás. Es un hombre que ha pagado con su carrera una noche de copas, una noche loca, manché tu imagen, me perdí yo sola. En esta hora patibularia en que todo el pueblo se levanta y le señala y le berrea ¡no es un hombre como los demás! hay que recordar cuántas veces, en la hora de los privilegios, en el sueldo, en sus dietas, en los coches, en sus guardaespaldas, en la business class de la vida, ese mismo animalito ilógico y cerril se levantó y le señaló exasperado, a él, a cualquiera como él, ¡es un hombre como todos los demás!
Sigue con salud
A.

Texto de Arcadi Espada publicado en El Mundo el día 7 de Junio de 2014

jueves, 29 de mayo de 2014

Espada sobre Pablo Iglesias

PROCEDIMIENTO. By Arcadi Espada.
DURANTE las pocas semanas que el muchacho Jesús Cintora fue capaz de soportarlo pude discutir en un programa llamado Las mañanas de Cuatro con el hoy diputado europeo, Pablo Iglesias. La impresión fue formidable. La cabeza de Iglesias funcionaba adherida a la estructura general de esta tertulia sin precio. Las cosas funcionaban más o menos así. El muchacho Cintora, prologado en risitas, daba a conocer, por ejemplo, unos números económicos del Gobierno, modestamente positivos, referidos al paro, al déficit o a la prima de riesgo. Una vez volcados los números se iniciaba el contraataque, porque el muchacho Cintora tenía el prurito de la verdad, eso creía y decía, y lo que es peor, sinceramente. Lo interesante es que el contraataque nunca consistía en la exposición de otros números que contradijeran o matizaran los gubernamentales. El contraataque consistía en una exhibición sentimental, que a veces devenía pura pornografía, de cualquier miseria: una familia que no podía pagar el recibo de la luz, un hombre en paro permanente, una enferma terminal, cualquier desgracia visible en cualquier país, en cualquier época de prosperidad o crisis. Es clave entender que la estrategia funcionaba alrededor de un eje que pudiéramos llamar cifras/vida, donde vida era verdad ¡y cifras eran mentira! Es decir, a los números no se le oponían números sino carne viva; a la abstracción de los números se le oponía la pornografía, que es una euforización de lo concreto. Y huelga decir que a la carne desollada pero aún palpitante no se le oponía jamás unas filminas que mostraran en el mismo registro emocional de la derrota el éxito o el simple buen pasar convencional de cualquier familia española.
Así estaba organizada la discusión en aquel programa sulfurado, así está organizada, repito e insisto, la cabeza del nuevo diputado y así, naturalmente, se organiza la demagogia en el plató mediático de la política. Y es de esa inteligencia y de esa moralidad de la que ha de partir, oh, la regeneración de España.
Iglesias es diputado gracias a la información basura y nadie puede esperar que su política reniegue de lo que le dio el ser. La pregunta es cuánto tiempo va a aguantar la democracia española esta zafia contradicción de distribuir el tiempo dedicado a cada partido en la información electoral en razón de su fuerza parlamentaria, mientras en las tertulias, allí donde la opinión cristaliza, algunos candidatos (no solo Iglesias) exhalan su ínfima demagogia sin límite de tiempo ni delirio.


Publicado por El Mundo el día 26-5-14

viernes, 29 de marzo de 2013

Populismo. Por Enric González.



La historia certifica que las élites europeas, cultas y razonables, padecen una periódica tendencia al suicidio. O quizá al accidente mortal. No hace falta recordar en qué consistió la primera mitad del siglo XX. Pero eso, se dice, pertenece al pasado. Ya no hay otra ideología que la neoliberal y abundan los entretenimientos. Pese a los recortes, el estado del bienestar sigue ofreciendo amortiguadores frente a la tensión social. No existe, se dice, riesgo de catástrofe. Los optimistas esgrimen dos argumentos fundamentales: no hay alternativas y no podemos ser tan tontos como para arrojarnos colectivamente por el precipicio.

Puede ser. Pero el populismo, incluso en su versión mejor intencionada, asoma el hocico. No necesita una ideología. Italia es desde Maquiavelo el gran laboratorio político europeo: inventó el fascismo, inventó la democracia cristiana, inventó con Berlusconi el populismo televisivo y nos ofrece ahora, de la mano del cómico Beppe Grillo, el populismo en red. El Movimiento Cinco Estrellas, lleno de gente voluntariosa que cree encarnar los sentimientos democráticos más puros, no necesita ideología. Le basta con oponerse al politiqueo estéril, a la corrupción, a la decadencia de las élites. Por simplificar, le basta con el odio a lo existente. Y es difícil no comprender a toda esa gente que grita «¡basta!»

Por el momento es sólo un ensayo más o menos simpático. ¿Qué pasaría si el fenómeno se multiplicara? No hay argumentos políticos que oponer al nuevo populismo. En la Unión Europea, la política se ha reducido a una sucesión de elecciones en la Baja Sajonia o el Palatinado, o incluso en el conjunto de Alemania, que los conservadores de Angela Merkel deben ganar a toda costa. Eso es lo único esencial.

Por lo demás, el juego consiste en columnas de debe y haber, en negociaciones entre deudores y acreedores, en imposiciones procedentes de organismos que sólo se representan a sí mismos y que defienden la sacralidad del capital.

La recesión eterna a la que han sido condenados los países periféricos (una pequeña pero influyente empresa de valoración, Russell Indexes, ya ha dejado de considerar a Grecia como «país desarrollado» y la califica de «país emergente») es una recesión parcial. Sólo afecta a las clases trabajadoras en su sentido más amplio, las que padecen los impuestos sobre el salario y el consumo, las que sufragan el cada vez más achacoso Estado-nación. El gran capital sobrevuela esas pequeñeces, disfruta de la globalización y acumula cada vez más patrimonio. En los años 30 surgieron regímenes que básicamente se oponían a eso que llamaban «cosmopolitismo» y acabaron destrozando Europa. Es muy fácil construir algo parecido a una ideología a partir del odio, del resentimiento y del hartazgo.

Pero eso, dicen, no puede volver a ocurrir.

ENRIC GONZÁLEZ En El Mundo 21 del 3 del 2013